Con la Exposición “Terra Nai” del escultor chantadino Eduardo Rodríguez Osorio, en la Sala de Exposiciones del Centro del Vino de la Ribeira Sacra de Monforte, su tierra rinde homenaje a uno de sus artistas más ilustres que ha llevado su nombre por todo el mundo.
El visitante se adentra en un recorrido por su trayectoria artística que destila esa poesía simbólica que, desde su amor a Galicia, a sus paisajes, a su luz y a sus gentes, imbuye al espectador en un mundo de paz y belleza interior deslumbrante.
La inauguración tendrá lugar el día 1 de abril, a las 19.30 h., en la Sala de Exposiciones del Centro del Vino de la Ribeira Sacra de Monforte de Lemos, y que permanecerá hasta el 6 de junio, en horario de 10 a 14 y de 16.30 a 20.30 h., de lunes a domingo

 

Su pasión por la escultura le vino de manera muy temprana en el taller familiar de carpintería y ebanistería aprendiendo talla y modelado. Dada su pasión y buen hacer, es enviado a Santiago de Compostela a estudiar en la Escuela de Artes y Oficios. En palabras del propio artista “la añoranza de aquellos días me hace sentir y recordar mis primeros estudios y de mis buenos amigos y profesores: Asorey, Ángel Robles, del Río,…sin olvidarme de mi distinguido e iniciador de mis primeros pasos, Manuel Beiras García”.

Sus profesores pronto vieron en Eduardo un gran talento, así que pensionado por la Diputación de Lugo se matricula, tras superar las pruebas de acceso, en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. Es en Madrid donde entabla amistad y frecuenta de manera asidua el taller del extraordinario grabador Manuel Castro Gil.

Finalizados sus estudios en Madrid, es becado para cursar los estudios de Imaginería Religiosa en la Escuela Superior de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla. Tras su paso por la ciudad hispalense regresa a Madrid en donde estudió con el pontevedrés Alfonso Quinteiro y con el vigués, Jesús Valverde. Estas dos personalidades gallegas junto con Eduardo R. Osorio recibieron el sobrenombre del “Triunvirato Gallego” en los círculos artísticos e intelectuales de la capital.

En 1952 la Diputación de Lugo le concedió una subvención extraordinaria para ampliar sus estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de París, en donde aprendería de los grandes maestros como Auguste Rodin o Antoine Bourdelle.

Tras su formación, pasó a dar clases por distintas ciudades de España, adquiriendo la Cátedra de Dibujo en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid donde finalizó su carrera docente para continuar trabajando de manera infatigable en su estudio refugio.

En palabras del catedrático e Historiador del Arte Antonio Bonet Correa, Presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, “Dotado de un fuerte sentido plástico y convencido realista, Rodríguez Osorio fue siempre un escultor figurativo, llevó a cabo una obra que se distingue por la doble
vertiente de su visión. Junto a los temas arquetípicos de sus composiciones encontramos sus realistas figuras de animales, las estatuas y los bustos de personajes retratados con gran veracidad. Artista dual, capaz de pasar de la Galicia legendaria a la real, según el tema, ha dejado una obra que un fehaciente testimonio de una época y de un país”.

Nos hallamos ante un artista singular en cuya obra la materia que palpita genuinamente y con mayor intensidad, es también aquella que se encierra más compacta, robusta y recia. El celo de la pura y espontánea introversión guarece a todo aquello que se cobija al calor de su hoguera siempre cálida,
generosa otorgante de la dádiva de la atemporalidad.

De su obra diría el escritor y Académico de la Real Academia de la Lengua Española y Premio Nobel de Literatura, Camilo José Cela: “Eduardo R. Osorio ha sabido casar la vocación con la aptitud, la adivinación con la sabiduría, y su arte proclama la evidencia del espíritu latiendo al unísono del pulso de
la sangre, de la voz del corazón. Con estas mínimas palabras saludo la huella del arte de este creador cuya sensibilidad se encierra en cada una de sus obras”.

Su quehacer nos conduce a un mundo evocador, pues quien fue digno hijo que honrase a una tierra madre tan íntima como arcana, tan legendaria como familiar, aúna en su espíritu la morriña de un eterno retorno voluntario a su tierra. Así, obras como “O Consello”, su “Vella Cismando”, su “O Espantallo” o sobre todo sus maternidades, nos transportan a una realidad cargada de remembranzas que funciona como catalizador del ritmo intrínseco de la obra: Galicia.

 

Su obra se nutre de una concentración expresiva a través de la talla directa, la tradición y hasta del primitivismo, que se conjugan en un lenguaje sofisticado y vanguardista, que no participa de su habitual frialdad. Incluso cuando se manifiesta en acabados sintéticos de gran Modernismo, su lograda belleza, nunca pierde de vista el horizonte de la humildad, del mismo modo que su introspección tiene más cualidad de entrañable que de hermético.

Siendo uno de los grandes y pocos artífices de lo que fuera el denominado “Renacimiento de la escultura española del siglo XX” en la que participasen también Paco Durrio, Manolo Hugué o Pancho Lasso, artistas que se desmarcaron de la retórica anterior, de lo grandilocuente y lo minucioso, su interés artístico también enaltece lo esencial, sin que este afán sea nunca sinonimia de simplismo.

Valiéndose de las armas plásticas del Impresionismo y el Expresionismo, deja sentir, tanto en cada pieza como en el conjunto de toda su producción, el carácter de lo ibérico y el alma gallega.

La memoria y lo presente, se hacen tangibles en Eduardo Osorio, elogiable maestro escultor de la imprescindible “intrahistoria” del arte español, con el don de ennoblecer lo sobrio, lo contenido, lo propio y, en definitiva, lo más querido para quien sabe admirarlo, amarlo y recordarlo.

El propio Eduardo Rodríguez Osorio afirmó: “mi inquietud es el trabajo y la superación. Todas las obras las dedico al arte y pienso que es preciso dejar una huella en esta vida…”, “la escultura es mi vida y el artista suele crecerse ante lo difícil. Cada obra mía es una experiencia, mis obras son un trozo de
camino que cubro”. Eduardo Rodríguez Osorio falleció en Madrid el 25 de febrero de 1995.

PREMIOS – MONUMENTOS Y OTRA INFORMACIÓN DE INTERÉS

De los innumerables premios obtenidos destacar el Primer Premio de Escultura “Ciudad de Lugo” (1995); Segundo Premio de Escultura en el I Certamen de Artes Plásticas, (Lugo, 1993); Premio de Escultura por la Xunta de Galicia (1990); Primer Premio de Escultura en el I Certamen Nacional de Artes Plásticas, (Lugo, 1962); Premio de Escultura del Excmo. Ayuntamiento de Sevilla (1951); Primer Premio de Escultura en la Exposición “Educación y Descanso” (Lugo, 1949); Premio de Escultura del Excmo. Ayuntamiento de Sevilla “X Aniversario de la Fundación de la Escuela de Bellas Artes (Sevilla, 1948); y entre otros, el Premio Extraordinario “Dibujo al Natural” de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid (1945).

También se cuentan por decenas los innumerables monumentos públicos obra de Eduardo Rodríguez Osorio: a “Félix Rodríguez de la Fuente”, Poza de la Sal (Burgos) y Santa Pola (Alicante); a “Antolín Faraldo Asorey”, Betanzos, A Coruña; a “Arsenio Iglesias”, Paseo de Riazor (A Coruña); “Al
Emigrante”, en Navalcán (Toledo); al “Conquistador Diego de Ordás”, Castroverde de Campos (Zamora); a la “Cabra Hispánica”, en los Galayos, Sierra de Gredos (Ávila) y en Candeleda (Ávila); al “Águila Real”, Momentrán, (Ávila); a “Ramón Menéndez Pidal”, Biblioteca Menéndez Pelayo, (Santander); al “Perro
Guía” en los jardines de Cuatro Caminos (A Coruña), y un sinfín de obras repartidas por toda la geografía nacional que dan habida cuenta de su importancia.

Por último mencionar los ilustres retratados que han pasado por la talla y manos de Eduardo Rodríguez Osorio. Más de doscientos retratos entre ellos, personalidades como Camilo José Cela (Casa de Galicia de Madrid), Celso Emilio Ferreiro (Jardines del Castro, Vigo), Eugenio Montes (en Bande,
Ourense), José Filgueira Valverde (Museo Provincial de Pontevedra), Dionisio Gamallo Fierros (Ribadeo, Lugo), José Ramón Ónega (Colección privada), José María Rodero (Teatro Torrejón de Ardoz, Madrid), Antonio Bonet Correa (Museo Provincial de Lugo), Manuel Fraga Iribarne (Museo Provincial de
Lugo), Condes de Fenosa (Fundación Pedro Barrié de la Maza, A Coruña), y entre otros a Manuel Castro Gil (Museo Provincial de Lugo).